viernes, 15 de julio de 2011

“Compartiendo música, más allá de las palabras”

Autor: Profesor Manuel Echain

Escucho una música, con aire a tierra adentro… El autor se llama Alberto Rojo… La canción “Zamba del agua”. Mientras disfruto de esa música, reflexiono acerca de cuántos de nosotros/ustedes lo conocen. Hace una par de días atrás, no tenía idea de su música, ni siquiera de que existía este músico. Como este caso, debe haber una miríada… músicos que viven con la música, pero que realizan otras tareas para sustentar la vida que llevan. Tratando de no desviar la atención, me pregunto cuánta música  “anda por ahí” que no conocemos, que no tenemos la menor idea que existe. Y ella llega a nuestro conocimiento gracias a que un amigo, un conocido o un estudiante nos la presenta. Cierto es, que todo artista tiene el derecho a vivir de su arte, pero ¿acaso las personas de a pie no tienen el derecho de conocer su arte?, de disfrutarlo, de compartirlo sin tener que pagar peajes que a veces son restrictivos para la mayoría. No intento con esto  quebrar una lanza por la piratería, pero ¿qué camino alternativo hay para que el artista viva y se sustente de lo que hace y a su vez,  el ciudadano común tenga la opción de disfrutarlo? Sé que es un tema para la discusión pero, al parecer, como no se avizora una solución a corto plazo, se deja a un costado. No intento resolverlo  en este artículo, aunque he escuchado ideas interesantes. Mi intención es contar la experiencia de compartir música.
Piensen sobre esto,  ¿cuántos de nosotros compartimos diariamente o hemos compartido música? ¿Cuántos hemos regalado algún disco para una fecha especial o porque sí? O quizá, un amigo vio el disco sobre un estante, e inmediatamente lo puso a
sonar en el equipo de audio, le gustó y nos salió regalárselo. ¿Qué regalo, de todos los que nos pueden hacer, resulta fiel representante de lo que nos emociona? ¿Cuántos, de los que hacemos música, nos ponemos a cantar “una que sepamos todos”, en las reuniones de amigos o familiares? ¿Cuántos músicos, no conocidos, hay en el Uruguay? ¿Y en el mundo? ¿Cuántos músicos habrá para conocer? No tengo ni idea de la respuesta a estas últimas preguntas, tal vez, y sin tal vez, no nos alcance la vida para conocer  toda la música que se produce. Aunque sí, podemos compartir aquella música, que sabemos, que a aquella persona le va interesar. Así  fue como me hice de cuatro cassettes, de Egberto Gismonti. Un amigo, bibliotecólogo y músico entre muchas cosas, me dijo:  -“tengo algo para vos”- y así, me regaló esos cassettes, que los conservo como un tesoro. Podrán disentir con mi gusto, pero esa acción transformó mi accionar. Porque al fin de cuentas, no ganamos nada cerrando bajo llave, “lo que creemos que es nuestro”. De esa forma, conocí la forma de tocar blues. Otro amigo, que ya no se encuentra entre  nosotros, tenía todo un arsenal de discos, guitarras eléctricas y amplificadores originales. Fue él quien me enseñó a desgranar mis primeros solos. Gracias a su generosidad aprendí a escuchar detalles, a los que no hubiera prestado atención, escuchando el disco solo. La mayoría de nuestros estudiantes ante la pregunta:  -“¿qué haces en el tiempo libre?”-, entre todas las actividades que realizan, expresan escuchar música o practicar algún instrumento. Sé que la fundamentación de tal respuesta,  puede ser:  -“están en la edad…”, “es una actividad que realizan con el fin de tener algo con qué identificarse...”, entre otras; pero también puede ser  una forma de vincularnos con ellos. Con esto no quiero decir que debamos ser sus amigos, pero puede resultar una razón o “excusa” para vincularnos. Quiero que sepan, que mi encuadre es propicio para ello.  (Soy un profesor de interior del país, con no más de veinticinco alumnos por grupo, cuyas situaciones socio-económico-culturales no
son críticas; por lo tanto, no pretendo generalizar sobre este asunto, pues hay realidades que desconozco). Cada cual en su rol, pero vinculados  por medio de la música.
Dejando a un lado juicios de valor acerca del Plan CEIBAL o de su implementación, quiero destacar esta posibilidad, la de compartir información, específicamente, Música. La mayoría de los profesores hemos tenido la oportunidad de adquirir laptops, pero  ¿qué utilidad le damos?  ¿Aprovechamos las posibilidades que nos brindan? ¿Sabemos hacerlo o necesitamos capacitarnos? ¿Cuántos de nosotros compartimos, con los estudiantes o con los colegas, los recursos que tenemos? Cuento mi experiencia acerca del tema. Cada vez que llevo la laptop al liceo (que es bastante seguido), me conecto a la red interna y esto me permite compartir lo que yo elijo para compartir. Como es de suponer, existe información personal, que elijo resguardar. Pero una de las secciones que dejo para compartir, es mi  “biblioteca” de música,  mi audioteca, para que la adscripta, el colega que está en la sala, los alumnos que están con sus laptop dentro del liceo, si quieren, conozcan música que hasta ese momento desconocían.  Tal vez, alguien se estará preguntando, “¿cómo hago eso?” o ”eso tiene tal o cual inconveniente”. En cuanto a cómo hacerlo, sé  cómo hacerlo, pero se me hace dificultoso transmitirlo, considerando la diversidad de modelos y  “sistemas” (Ubuntu, Windows vista, Windows XP, etc.), lo mejor es asesorarse con algún profesor de informática; en cuanto a los posibles inconvenientes, conozco algunos de ellos.
La idea es que se puede compartir música y me parece que es algo interesante para experimentar. La mayoría de las experiencias que he tenido en relación al tema, son muy positivas. Porque nos enriquece como personas, fomenta la cultura  de la colaboración, fortalece vínculos y salta barreras que de otra forma serían imposibles de traspasarlas.
Tal vez, resulte una forma de conocernos más allá de las palabras.


Material extraído de www.uruguayeduca.edu.uy

Juego concurso Conocimiento música uruguaya - 3° ciclo básico

  Profes: para compartir este juego con sus estudiantes y acceder al registro de resultados búsquenlo en la plataforma wordwall.net